Debido a la gran cantidad de animales confinados en las granjas industriales, la producción de estiércol es mayor a la que puede ser absorbida por la tierra como fertilizante, lo que ocasiona filtraciones que contaminan los ríos y mantos acuíferos. Tan solo en Estados Unidos, esto ha contaminado casi un tercio de sus ríos.
Además, la producción de carne y otros productos derivados de la explotación animal requiere de enormes cantidades de agua. Para elaborar un kilo de carne de vaca se usan 15,400 litros de este vital líquido, mientras que en la producción de un kilo de vegetales se usan en promedio 322 litros.
Por si fuera poco, la industria de la carne genera más emisiones de CO2 que la suma de todos los medios de transporte en el mundo. De acuerdo con el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales, la carne de vaca es uno de lo productos más dañinos para el planeta, pues genera 26.5 kg de CO2e por kg, seguido por la carne de cordero con 22.9 kg de CO2e por kg.
Ahora que hemos respondido esta pregunta, nos planteamos otra, ¿vale la pena? El consumo de carne y otros productos derivados de la explotación animal está destruyendo al planeta y sometiendo a un inimaginable sufrimiento a millones de cerdos, vacas, gallinas y peces que cada día enfrentan crueldad, golpes y abuso hasta que son asesinados de forma violenta.
La buena noticia es que existe una forma sencilla y eficaz de proteger al planeta y a los animales. Recientemente, un estudio hecho por investigadores de la Universidad de Oxford concluyó que si todo el mundo se hiciera vegano, el uso de tierra destinada al cultivo podría reducirse en un 75%, y nuestra huella de carbono individual derivada de la alimentación se reduciría hasta un 73%.
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