La vida para los conejos explotados por su carne está llena de sufrimiento desde el momento en que nacen. Son obligados a vivir en confinamiento y en condiciones insalubres, separados de su madre a los pocos días de nacer y colocados en jaulas “de engorde” en donde pasarán el resto de su vida. Los conejos en condiciones naturales viven entre 8 a 12 años en promedio, pero en la industria de la carne son asesinados entre las 8 y 10 semanas de vida, es decir, cuando aún son bebés.
Esta corta vida, la pasarán en sufrimiento, hacinados en pequeñas jaulas, obligados a habitar entre suciedad y sus propios desechos. Es obvio que una vida de confinamiento los afecta psicológicamente, lo que los lleva a automutilarse por el estrés o a atacarse unos a otros. La suciedad, aunada a las heridas que sufren y que nunca son tratadas, los vuelven susceptibles a infecciones dolorosas y enfermedades letales. En el caso de las conejas explotadas reproductivamente, la mastitis es una afección común.
Una investigación en España, realizada por Igualdad Animal, expuso la crueldad en granjas industriales de conejos. En el video se observan a varios de estos animales que comparten una jaula con otros conejos gravemente enfermos y algunos cadáveres de otros que no sobrevivieron. Aquellos que logran llegar al peso necesario para ser asesinados, son enviados al matadero. Su muerte es cruel y violenta, los animales son enganchados a líneas de procesamiento y son degollados, muchos de ellos mientras aún están conscientes y son capaces de sentir dolor.
La situación no es mejor en las granjas de conejos más pequeñas. Debido a que los gobiernos suelen impulsar la producción de su carne, pequeñas granjas cunícolas empiezan a operar independientemente y aunque existen algunas regulaciones para su funcionamiento, son raras las ocasiones en las que se infracciona a las que no siguen la norma. Los animales en estas granjas también pasan toda su vida en confinamiento, y el método para matar a los animales depende de la preferencia del dueño de la granja. Pueden degollarlos, asfixiarlos, electrocutarlos, darles golpes en la nunca, o romperles el cuello, todo esto mientras aún están conscientes. Incluso entre los propios granjeros no existe un consenso sobre un método efectivo para matar a estos animales que no los haga sufrir.
Quizás es más fácil para algunas personas admitir que la explotación de los conejos por su carne es cruel, ya que son de los pocos animales que son vistos como “mascotas” y como “alimento” en un mismo entorno geográfico. Además del sesgo que ocurre con los animales de apariencia tierna, que provoca a las personas no querer lastimarlos. Sin embargo, sean conejos, perros, o vacas, matar a cualquier ser por su carne nunca será moralmente correcto. ¿La razón? No necesitamos matar animales para vivir sanamente y comer delicioso, y no existe una forma humanitaria de matar a alguien que no quiere morir.
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